La dádiva del cielo
La dádiva del cielo

La dádiva del cielo

Los primeros destellos del sol se filtraban por las densas nubes augurando lluvia. Era sólo un hálito de esperanza como tantos otros. Los huesos secos en el valle de grietas polvorientas dibujaban la realidad del hambre en cada rostro. El llanto de un niño a lo lejos y el ladrido débil de un perro flaco completaban el paisaje surrealista, sólo que esta vez sí era real.

La sequía había durado muchos años, tantos que la memoria no podía entrelazar los caminos del pasado. De repente, una pequeña gota trajo el gran anuncio eterno. Luego otra. Y otra. La memoria de muchos tampoco tenía registro de lo que estaba pasando. Sólo algunos pastores en el campo supieron que se trataba de la tan anhelada lluvia. Prorrumpieron en cantos diciendo “Gloria a Dios en las alturas.”

¿Por qué siempre que Dios hace cosas grandes comienza por la sencillez de lo pequeño, y de los pequeños? La plenitud de todo comenzó siendo un destello, un hálito, una gota: un infante.

Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
(Romanos 6:23b – RVR60).

El Padre Dios vio la sequía de mi entendimiento, los huesos secos de mi indiferencia, el hambre y la sed de mis injusticias. Vio mi realidad sin pinceladas de colores. Entonces, en Su gran compasión me obsequió la dádiva del cielo. Y a ti también.

La dádiva del cielo

El regalo doble-perfecto en el tiempo perfecto es una exuberante lista de catorce bondades que tenemos en Cristo. Las primeras siete me dieron un lugar en su hogar. Las segundas siete me dicen quién soy y lo que significa vivir.

  1. Me dio la redención. El gran intercambio universal, canjeó Sus arcas millonarias con tal de salvar mi vida de dos centavos. Ahora soy redimido (Efesios 1:7).
  2. Me dio el perdón. El gran indulto eternal, cambió mis harapos por traje de gala, pasé de ser juzgado a ser un juez, del banquillo de los acusados al estrado de la verdad. Ahora soy perdonado (Efesios 1:7).
  3. Me dio sabiduría. El gran depósito sapiencial, la combinación de la bóveda donde los lingotes no son de oro sino de saber vivir. Ahora soy sabio, pero no en mi propia opinión (Efesios 1:8).
  4. Me dio inteligencia. El gran misterio intelectual, ¿la mente de Cristo? (1 Corintios 2:16) ¿En serio? ¿Cómo puede estar la mente infinita de aquel por quien todas las cosas fueron creadas en esta materia gris? Bueno, es un regalo. Ahora sí soy inteligente (Efesios 1:8).
  5. Me dio a conocer su voluntad. El gran destino vivencial, el camino no transitado aún que tengo que trazar con mis propias huellas. Ya no importan el desierto y la sequía. Ahora sí sé para dónde voy y cuándo debo partir (Efesios 1:9-10).
  6. Me dio una herencia. El gran patrimonio ancestral, de generación en generación fue guardando Su fortuna incalculable para mí. Ahora también puedo cantar: “Gloria a Dios en las alturas,” soy hijo heredero. (Efesios 1:11-12).
  7. Me dio una marca indeleble. El gran tatuaje espiritual, El Espíritu Santo es el lazo que amarra las catorce bendiciones; la garantía de que todas son mías; la doble porción de lo que ya de por sí era perfecto; la marca de registro que llevo estampada en el pecho, el sello más fuerte que la misma muerte (Efesios 1:13-14).

Roto

La vasija se cayó del pedestal con un pequeño tropezón lateral. Al principio parecía insignificante, pero entre tumbo y tumbo se balanceó hasta perder el balance. Voló al abismo que le era familiar y en menos de nada volvió a sus andanzas viejas. Sus asas partidas y sus arabescos quebrados yacían en el piso desesperanzado y frio.

Estoy roto. Esta vez irreparable. “¡Ahora sí que lo perdí todo!,” pensé. El Padre invirtió tanto en mí que de seguro barrerá lo queda a la pala del olvido. Escogerá a otro. Pero no. Sus manos expertas me llevan a la sala de microcirugías y me restaura. Otra vez. Cada vez (Proverbios 24:16).

Puedes vivir en las memorias débiles de tu vida resquebrajada o aferrarte a la bendición pluscuamperfecta de un Padre que repara, que levanta, que ama. El doble de lo que tú esperas. Él comienza con los fragmentos más pequeños y aislados y cuando menos lo esperas estás completo de nuevo.

¿Por qué siempre que Dios hace cosas grandes comienza por la sencillez de lo pequeño? http://vla.lu/z1h Share on X

Te invito a que hagas conmigo esta oración: “Gracias Señor por cada una de estas bendiciones espirituales. Juntas representan mi identidad en Ti, le dan significado y destino a mi vida. Tú me restauras y me devuelves al lugar de honra en el cual a Ti te plació ponerme. Cada vez. Otra vez. Ya no soy más una vasija rota por los vaivenes de la vida. Por eso le doy alabanza a tu nombre ¡Amén!”

Y tú, ¿te sientes agrietado, resquebrajado, desbalanceado o roto? ¿Sabías que el Padre te busca para restaurarte? ¿Te dejarás bendecir?

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