No estas olvidada, solo escondida
No estas olvidada, solo escondida

No estas olvidada, solo escondida

Claudia se sentía desanimada y a punto de tirar la toalla. Comía de la fruta amarga del anonimato y hasta la ignominia. Sus sueños ardían dentro de ella pero se sentía estancada. Todas las buenas oportunidades para dejar su huella en el mundo se cerraron. La gente le descalificaba antes de que pudiese probar su valor. “¿Cómo llegué a este callejón sin salida?” Se preguntaba.

Me acordé de la palabra de Dios por medio de Isaías:

Escúchenme, costas lejanas, oigan esto, naciones distantes: El Señor me llamó antes de que yo naciera, Hizo de mi boca una espada afilada, y me escondió en la sombra de su mano; me convirtió en una flecha pulida, y me escondió en su aljaba (Isaías 49:1-2).

Quise decirle, “Claudia, la majestuosa pluma del profeta enlista tres cosas escondidas y tres cosas enseñadas,” pero no lo hice.

Tres cosas escondidas

Las tres cosas escondidas son: el vientre, la sombra de Su mano y Su aljaba.

De la manera en la cual Dios va formando el niño, escondido, protegido, en la oscuridad, en lo secreto, sumergido en las aguas del vientre, poco a poco, en un proceso que dura nueve meses antes de “dar a luz,” así el Señor te tiene escondida, protegida, en la oscuridad del anonimato, en lo secreto de tu intimidad con Él, sumergida en las aguas de la gestación.

No sé si te has dado cuenta, pero cada vez que Dios está a punto de hacer algo nuevo, cada vez que una vida nueva se gesta, Dios se mueve en lo secreto y luego tiene que partir las aguas para que nazca y se haga visible.

En la creación, había oscuridad y desorden, pero el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Entonces separó las aguas de arriba de las de abajo, y a la expansión llamó cielo, y en la expansión formó todo lo que vemos. Cuando el Espíritu de Dios se mueve, no hay oscuridad que se resista, ni vacío que no traiga novedad, ni desorden que no se acomode.

Sacó al esclavo Israel de Egipto y partió el Mar Rojo para librarlos. Sacó a un grupo de gente y les hizo Su pueblo. En el desierto se manifestó, se reveló, les dio leyes e instrucciones. Cuando Dios se mueve, no hay esclavitud que amarre, ni trabajo arduo sin recompensa, ni ideas que no encuentren su camino al papel.

A Josué le ordenó que se esforzara y fuera valiente para tomar la tierra prometida. Separó el río Jordán cuando la planta de los pies de los sacerdotes que cargaban el arca tocaron sus aguas. Cuando Dios trae su presencia, todas sus promesas se cumplen y te da todo lo que te pertenece.

Jesús bajó a las aguas del bautismo antes de comenzar su ministerio, a pesar de que su primo Juan no quería bautizarle. Cuando las aguas del río se partieron, el Espíritu que se movía sobre las aguas vino sobre Jesús y  Dios dijo con voz de estruendo: “Este es mi Hijo amado, estoy muy complacido con él” (Mateo 3:17). Tú eres la hija amada de Dios y está complacido contigo. Lo que estaba oculto por años resplandecerá a su tiempo. El trueno retumbará y no hay Juan que se oponga.

Dios conoce tu nombre. Dios pronuncia tu nombre porque no te ha olvidado. Solamente te está gestando. Es posible que te hayan caído las muchas aguas de problemas, las muchas aguas del desánimo, las muchas aguas de la impotencia. Tal vez tu vida esté desordenada o te sientas vacía. Tal vez estés frustrada porque no ves que tus deseos se cumplan o que tus oraciones sean respondidas. Entonces es tiempo de esperar.

Tres cosas enseñadas

Las tres cosas enseñadas son: El llamado de Dios, la espada afilada y la flecha pulida.

Dios no te ha olvidado, sólo te ha escondido por un tiempo. Él todavía te conoce; todavía Su Espíritu se mueve; todavía Su presencia te acompaña. Está deseoso, como la madre espera a su hijo o hija, de que se rompan las aguas del vientre y seas dada a luz. Que vueles como mariposa renacida de Sus manos tiernas. Que seas lanzada como flecha a conquistar nuevos horizontes.

El mismo Isaías escribe: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Isaías 9:2). Por lo pronto estás en el vientre de Dios, en la mano de Dios, en la aljaba de Dios, pero lo que Dios está gestando en ti, pronto verá la luz.

Dios te escondió para prepararte. Dios te está preparando poco a poco, te está formando, cada día añadiendo a tu vida lo que necesitas tener para ser madura, para tener la piel que te va a permitir vivir en la nueva dimensión, la mente para pensar como necesitas, los pulmones para respirar el aire de Su espíritu, las entrañas desconectadas de la placenta para alimentarte por ti misma de Sus manjares.

Todo lo precioso se esconde. Un diamante no se deja a la intemperie. Está en el carácter de Dios esconder las cosas preciosas. Eres preciosa para Dios.  Considérate Su especial tesoro (Malaquías 3:27); la niña de Sus ojos (Salmos 17:8); en el sombra de Su mano (Isaías 51:16); apegada a Su alma (Salmos 63:9); tomada de Su mano (Salmos 139:10). No estás sola. Sólo escondida. Pero una joya no se esconde para siempre. Dios te va a mostrar, te va a lucir. Y de acuerdo al valor de tu proceso así será el tamaño de tu exposición.

Dios no te ha olvidado, sólo te ha escondido por un tiempo http://vla.lu/kd5 #reflexiones #devocionales Share on X

Claudia, esta palabra estuvo escondida pero hoy he decidido enseñártela.

Y tú, ¿te sientes olvidada o escondida? ¿Te anima pensar que Dios te tiene escondida y estás a punto de ser dada a conocer?

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